En este post, me propongo analizar la información pública que se puede encontrar sobre Manuel Adorni, el vocero presidencial de Argentina, y sus polémicas declaraciones invitando a jugar a videojuegos. Quiero hacerlo desde un punto de vista de un psicoanalista, e invitar a la gente a opinar sobre lo expuesto.
Manuel Adorni es un economista, docente y comunicador que asumió como portavoz del presidente Javier Milei en diciembre de 2023. Desde entonces, ha sido el encargado de transmitir las decisiones y los logros del gobierno nacional, así como de responder a las críticas y los cuestionamientos de la oposición y los medios de comunicación.
Entre sus declaraciones más controvertidas, se destaca la que realizó en una entrevista con el diario Perfil, en la que reveló su afición por los videojuegos retro, y compartió detalles sobre su colección de consolas y juegos, así como su experiencia como streamer en la plataforma Twitch.
Adorni afirmó que le gustaría retomar las transmisiones de juegos en línea para “darle un poco de humanidad a todo esto” y mantener un contacto más cercano con la gente. También expresó que jugar a videojuegos le sirve como una forma de relajarse y de escapar de la realidad, al menos por un rato.
¿Qué podemos decir desde el psicoanálisis sobre esta faceta gamer del vocero presidencial? ¿Es una muestra de madurez o de infantilismo? ¿Es una forma de comunicación o de aislamiento? ¿Es una actividad lúdica o una adicción?
Desde el psicoanálisis, podríamos interpretar que los videojuegos son una forma de sublimación, es decir, un mecanismo por el cual se canalizan los impulsos sexuales o agresivos hacia actividades socialmente aceptadas o valoradas. En este sentido, los videojuegos serían una forma de expresar y satisfacer deseos inconscientes, sin entrar en conflicto con la realidad o con la moral.
Por ejemplo, podríamos pensar que jugar al Age of Empires le permite a Adorni recrear escenarios históricos en los que puede ejercer el poder, la dominación y la conquista, sin tener que enfrentar las consecuencias reales de sus acciones. O que jugar al Counter-strike le permite descargar su agresividad y su violencia, sin tener que asumir la responsabilidad de sus actos.
Así, los videojuegos serían una forma de escapar de la realidad, pero también de transformarla simbólicamente. Serían una forma de crear un mundo alternativo, en el que el jugador puede sentirse omnipotente, invencible y exitoso, sin tener que lidiar con las limitaciones, los fracasos y los conflictos del mundo real.
Sin embargo, esta forma de sublimación también puede tener sus riesgos. Por un lado, puede generar una desconexión con la realidad, una pérdida del sentido crítico y una alienación del sujeto. Por otro lado, puede generar una dependencia o una adicción, que impida al sujeto desarrollar otras formas de satisfacción o de relación con los demás.
En este sentido, podríamos preguntarnos si Adorni no está utilizando los videojuegos como una forma de evadirse de sus problemas o de sus responsabilidades como vocero presidencial. O si no está confundiendo su rol como comunicador con el de entertainer o influencer.
También podríamos preguntarnos si Adorni no está proyectando su propia visión del mundo o su propia ideología en los videojuegos que elige jugar. O si no está reproduciendo en sus discursos o en sus acciones los mismos patrones o las mismas lógicas que rigen en los videojuegos.
En definitiva, los videojuegos pueden ser una forma de sublimación positiva o negativa, dependiendo del uso que se les dé y del equilibrio que se mantenga con otras esferas de la vida. Lo importante es no perder de vista que los videojuegos son solo eso: juegos. Y que la realidad es otra cosa.
¿Qué opinan ustedes sobre las declaraciones de Adorni y su afición por los videojuegos? ¿Les parece una actitud madura o infantil? ¿Les parece una forma de comunicación o de aislamiento? ¿Les parece una actividad lúdica o una adicción? Los invito a dejar sus comentarios y a debatir con respeto y argumentos.